Cuando lo que vemos está condicionado por lo que no, es porque hay algo afuera de la imagen que es lo importante. Algún guionista apurado diría que eso define al cine como arte, y no estaría lejos. A esta herramienta fundamental del storytelling cinematográfico se la llama “fuera de campo” y lo cierto es que existe desde que el cine es cine.

El juego del cine es, a simple vista, el juego de mostrar. Pero no. El verdadero juego es el de no mostrar, porque es así como se despierta la imaginación. No se trata de describir algo como fin, sino como medio para que esa imagen despierte otras en el espectador. Así es que se da una participación activa.

El “fuera de campo” puede darse con tensiones entre la imagen y lo externo (como la mirada de un personaje), fragmentos de cuerpos que hacen imaginar lo que falta, elementos que entran afectando lo que vemos, una sombra… podemos seguir y seguir, de eso se trata esta profesión.

El cine de Terror está cimentado en el concepto de “fuera de campo”, porque el miedo a lo desconocido es el miedo original. Basta ver “Alien”, que apenas sugiere presencias o muestra fragmentos de la criatura, casi hasta el final, cuando recién la vemos por completo. Sin embargo, nunca dejamos de estar en tensión.

Todo el primer acto de “Los que vuelven” está construido específicamente sobre la idea de “fuera de campo”. Y en mi primera película “Nunca asistas a este tipo de fiestas” fue cuando empecé a aplicarlo, básicamente robándole a John Carpenter. Michael Myers corazón.

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