El máximo poder de la historia está ahí, en la definición de conflicto. Ni en la premisa, ni en la idea disparadora, ni en el tema, ni en el planteo, ni en la estructura, ni en ninguna otra parte que en ese preciso momento cuando la emoción y la idea se terminan de unir en un mismo punto: el CLÍMAX.
Al escribir, muchas veces esperamos que los personajes o la historia nos sugieran cómo cerrar el relato. También puede pasarnos que no encontremos un final porque ya expusimos conclusiones durante el desarrollo de la historia. Y a veces podemos hasta pensar que da lo mismo si la película termina “bien” o “mal”.
Pero…
¿Es lo mismo para la tragedia de Rose que Jack sobreviva al hundimiento del Titanic a que no lo haga? ¿Tendría sentido la vida de Beatrix Kiddo si finalmente no terminara con Bill? ¿Habría valido la pena que Harry y Sally se conocieran si no terminaran juntos?
Las historias se definen en y por la resolución de sus conflictos. Lo que el autor viene a contar está allí, donde (o cuando) sus protagonistas logran o no sus misiones. Es el momento más emocionante para el espectador y debería serlo también para nosotros, quienes escribimos las películas.
Aquel viaje que soñamos y al que invitamos al público, se (nos) define en el clímax. Después del ir y venir que es la trama, la resolución define qué opinamos sobre todo aquello, por eso es que el clímax (seamos conscientes o no) expresa nuestra ética.
Proponemos, jugamos, nos alejamos, nos acercamos, nos envolvemos, nos perdemos, estamos bien, estamos mal, nos alegramos, nos entristecemos y, finalmente, llegamos a la emoción definitiva, esa que nos deja una idea. Es exactamente eso: Una emoción que nos deja una idea. Así de especial es la definición del conflicto.
Como guionistas, debemos saberlo.
¿Querés saber sobre mis SEMINARIOS Y WORKSHOPS?
Si querés consultarme o necesitás acompañamiento para tu guion, escribime y hablamos.
Suscribite a ESCRIBE MONSTRUO ESCRIBE Guion de Cine Fantástico – (anti)Newsletter