El terror puede parecer un juego, una excentricidad, algo infantil, incluso una esnobeada. Pero cuando nos lanzamos a escribir una película de terror, estamos buceando en nuestros más profundos miedos, y así…ofreciendo una mirada del mundo menos habitual de la convencional. Es una manera de mirar el mundo desde otro punto de vista del común, del instalado, del impuesto, del obligado.
Me gusta pensar que el sentido miedo real, que es utilizado como una forma de disciplina por parte de quienes dominan a las sociedades, se invierte cuando se convierte en ficción. Cuando el miedo es la herramienta para contar una historia, ya queda en nuestras manos. Ya no es impuesto. Podemos hacer de ese miedo lo que nosotros queremos.
El miedo para las estructuras gubernamentales, burocráticas y de concentración económica, es una herramienta que apela a lo emocional para aplacarnos, para mantenernos escondidos, para que no nos manifestemos. Pero cuando lo usamos para contar una historia, estamos también apelando a lo emocional, sin ninguna duda, pero para contar una historia. Y cuando hacemos eso, estamos activando la imaginación desde el terror. Entonces, mientras el terror real nos cierra la imaginación, el terror en la ficción nos la abre, y nos permite ir más allá.
Pero que vayamos más allá, para quienes usan el terror real, es peligroso, porque si muchos vamos más allá con la imaginación, podemos tramar algo. Y si hay algo que no quiere el poder real, es que tramemos nada.
Por eso, el Cine de Terror, cuando el cine es un arte masivo, se convierte en un arma de emoción e imaginación colectiva. No solamente nos hace sentir un montón de miedos posibles, porque al meternos en una historia, al llevarnos a atravesar el periplo de personajes que enfrentan esos miedos, nos dan herramientas, nos permiten imaginar también formas de enfrentar esos males. Ese es el poder de la metáfora en el cine de terror.
Si vemos películas de terror, nos despertamos a la posibilidad de enfrentar al mal. Si las escribimos, nos convertimos en artífices de una cofradía secreta. Porque el terror, aunque muchas veces se lo señale de inocente, superficial o infantil, es una forma de resistencia.
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