La expedición científica del CONICET a bordo del buque Falkor, con la ayuda del robot SuBastian, se adentró en las profundidades del océano frente a Mar del Plata con una misión histórica. Descubren especies nunca vistas, criaturas bioluminiscentes, paisajes marinos que parecen de otro mundo. Pero lo más impactante es cómo esa transmisión en vivo capturó la imaginación colectiva: el país entero mirando el fondo del mar como si fuera una película.
Uno de los científicos, en plena transmisión, contó que Falkor y SuBastian no eran nombres casuales: son guiños al dragón y el protagonista de La Historia Sin Fin. Y ahí se abrió otra capa de sentido. Porque no sería raro pensar que muchos de esos científicos se enamoraron de su vocación viendo películas como La Historia Sin Fin, El abismo o Encuentros cercanos del tercer tipo. Historias donde la exploración a (o desde, en el caso de Encuentros cercanos…) otros mundos —ya sean planetas, océanos o cavernas— es también una forma de explorarse a uno mismo.
El cine fantástico, sobre todo en su versión de fantástico maravilloso, trabaja con esa materia: la curiosidad profunda, la que nos hace humanos. A veces se presenta como un abismo, otras como una puerta que se abre, un mapa antiguo o un llamado imposible de ignorar. Y cuando una historia nos propone viajar a lo desconocido, no solo nos habla de lo que hay más allá, sino de lo que todavía no conocemos de nosotros mismos.
Escribir una película no es muy distinto. Es también lanzarse a un territorio inexplorado, tomar decisiones que no siempre entendemos del todo, seguir una intuición, dejarse llevar por preguntas sin respuesta. Escribir es una forma de expedición. Y el guionista, como el científico apasionado, es alguien que sostiene la curiosidad como motor vital.
Por eso, cuando una escena no avanza, cuando una historia parece cerrarse, quizás la pregunta no sea “qué pasa después”, sino “¿qué no conozco todavía de este mundo que estoy creando?”. Porque ahí, en lo que no sabemos, en lo que todavía no vimos, está el núcleo más poderoso de toda narración.
Lo desconocido no es un obstáculo. Es la razón por la que escribimos.
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