El ritmo es una de las características que más se elogian (o defenestran) del montaje de una película. Pero nadie habla del ritmo del guion. No lo hace el público, no lo hace la crítica y, lamentablemente, no es algo en lo que se detenga la docencia.

Un diálogo sin ritmo, por más bien escrito que parezca, es malo. Lo mismo con las descripciones. Y ni hablar de las acciones.

Pero, ¿cómo se construye el ritmo de un guion? Porque el del montaje es fácil de apreciar al ver: va rápido o va lento; tiene muchos o pocos planos por segundo; las acciones se concentran o se dispersan; se usa “cámara rápida”, “cámara normal” o “cámara lenta”. 

Pero el guion se lee, no se ve… ¿o si?

El guion se ve. La lectura es en realidad una herramienta para verlo, y la escritura una herramienta para construir imágenes. 

Un buen guion será aquel que logre transmitir las imágenes en movimiento que se van a desarrollar en una pantalla. Y al ser imágenes en movimiento, construyen acciones; y las acciones encadenadas producen un ritmo. Ese ritmo debe estar contenido en el guion. La lectura debe llevar al lector por una experiencia que exceda lo técnico, porque si bien nuestro trabajo es generar documentos que permitan al equipo organizar el relato para ser rodado, ese relato deberá tener un ritmo. Si nosotros no lo construimos desde la escritura, no estamos transmitiendo lo que imaginamos.

Para flashear con algo que se desarrolla en el tiempo, como una película, es precisa la noción de ritmo. Una cadencia constante aburre, hasta que cambia. Pero los cambios constantes también aburren, hasta que se tranquilizan. Manejar ese vaivén es muy importante desde la instancia del papel.

Escribir un guion es, principalmente, provocar en el lector (director, DF, actriz, montajista, productora, etc.) la misma sensación que buscamos en el espectador. Es parte de nuestro trabajo conmover primero al equipo de producción y técnico, es nuestra primera audiencia. Y el ritmo es parte fundamental de la experiencia cinematográfica. Un guion que te distiende, te tensiona, te lleva, te trae, te suspende y te hace saltar, es un buen guion.

Escribimos películas, que son narraciones extendidas en el tiempo. Y el tiempo sin ritmo es un bodrio.


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