Dicen que los tres temas más recurrentes en las historias creadas por la humanidad son el amor, la muerte y el tiempo. Pero el tiempo no es únicamente un tema para quienes escribimos desde el lenguaje audiovisual, es también parte primordial de nuestro idioma.
El tiempo rige un género entero, como la Ciencia Ficción. Siempre está el tiempo allí, ya sea por pensar el futuro, otros pasados, la simultaneidad de otras dimensiones o la alteración del presente. El tiempo siempre está. Pero como tema no es potestad exclusiva de la Ciencia Ficción. Ni tampoco, vuelvo a esto, lo es del área de “lo que se dice”, sino además del “cómo se dice”.
Analizando la película Irreversible de Gaspar Noe con el grupo del Workshop de Desarrollo de Guion, emergió el tema del tiempo por obvios motivos. Primero por la estructura de la película, segundo por esa frase que abre y cierra el film “El tiempo lo destruye todo”, y tercero (y lo más importante) por la colisión de ambas cosas en nosotros, los espectadores.
No es la idea acá hacer un análisis de Irreversible, sería una canallada dedicarle un espacio corto a semejante obra maestra, sino pensar brevemente acerca del tiempo en nuestra profesión. Irreversible viene a señalar mucho de eso.
Decía que el tiempo es una materia prima para los y las guionistas, y esto se debe a que nuestra disciplina artística es una expresión que se organiza principalmente en una duración: empieza, se desarrolla y termina en el tiempo, como la música. Es el desarrollo a lo largo de lo que dura un film lo que mantiene la atención de los espectadores desde que les proponemos un viaje hasta que los dejamos en un nuevo puerto. Si ese viaje es aburrido, el espectador se baja y no se entera de lo que realmente veníamos a contarle (eso que se aloja habitualmente en la resolución del relato). Por eso, la atención (o mejor dicho el entretenimiento para lograrla) es fundamental.
El caso de Irreversible ilumina todo esto, no solamente porque empieza con el final de la línea temporal y finaliza con el comienzo, sino porque eso está ordenado para que vayamos descubriendo el origen de todo. No es la única película que lo hace, claro está, pero lo que tiene de particular y de magistral es que es en la mitad del relato (el punto medio) donde se resuelve lo que cualquier otra película resolvería: se ve el disparador de la tragedia y descubrimos que el agresor que buscaba vengar el protagonista en realidad se salvará. Es doblemente siniestro. Pero lo siniestro no termina allí. La película sigue, yendo hacia atrás, manteniendo nuestra atención, obligándonos a atravesar ese tiempo que todo lo destruye, porque cuando lleguemos al verdadero inicio de todo, la historia que ya sabemos que termina con muerte, descubriremos que comienza con el inicio de una vida que nunca será. (Si todo esto le parece muy críptico, es porque usted ha llegado hasta aquí leyendo sin haber visto el film. Deje de leer y corra a verlo. Será una experiencia terrible, pero necesaria. Gaspar Noe hace tanto mal como bien).
Moraleja: el tiempo también lo construye todo. Usemos las estructuras que usemos, desarrollemos los conflictos como lo hagamos, sigamos lineamientos occidentales u orientales, el cine es la evolución de imágenes-acción en el tiempo. El cine es transformación y nada se transforma fuera del tiempo. Para contar algo que es, cambia y adquiere una nueva forma, hace falta manejar el tiempo, esa es nuestra materia prima.
(*) ¿Rain (lluvia) podría pensarse como otra cita a Blade Runner, su clima y el inolvidable monólogo de Rutger Hauer “Lágrimas en la lluvia”)?
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