El título de este texto es una redundancia y no. Lo es porque, si es un objeto de conflicto, está naturalmente en disputa. Pero no lo es, porque una de las principales razones de estar perdidos cuando escribimos, es que haya una disputa en relación a qué elemento del relato podemos señalar como objeto de conflicto. El objeto de conflicto está en disputa en la historia y en la realidad desde la cual se escribe.
¿Por qué cosa lucha nuestro protagonista?
A veces, lo que creemos obvio, no es tan así. Por eso tenemos que hacernos esa pregunta siempre, antes de escribir, mientras escribimos, y cuando terminamos y corregimos.
Habitualmente no se habla de objeto de conflicto en la teoría de guion cinematográfico, hablamos de objetivo, como una acción madre que tracciona todo el relato: en Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), Indiana Jones busca el Santo Grial; en Terminator (1984) Sarah Connor quiere salvar su vida; en Titanic (1997), Rose quiere estar con Jack aunque se hunda el Titanic. Ese objetivo, que es un deseo del protagonista, es siempre una acción en función de un objeto. Ese objeto de deseo puede ser algo físico (el Santo Grial), un personaje (Jack) o algo más abstracto (la vida de Sarah Connor).
Pero un objeto de deseo no es solamente eso, no traccionaría una historia (un conflicto) si no estuviese en disputa, o sea, si no hubiera otra fuerza que también lo desea: Los nazis en Indiana Jones; el T-800 en Terminator; el marido de Rose y el propio hundimiento del barco en Titanic. Es por ese motivo que es preferible llamarlo objeto de conflicto y no objeto de deseo, porque define lo básico de un relato, en la tríada dramática de protagonista – objeto de conflicto – antagonista está la quintaesencia de la narración clásica.
A veces confundimos objeto de conflicto con un “tema” que queremos evidenciar con nuestra historia. Por ejemplo: la relación padre-hijo en Indiana Jones y la Última Cruzada; el peligro de la ambición humana en relación a la tecnología en Terminator; la grieta entre clases sociales en Titanic. Pero si pensamos en la fuerza que ordena el relato en términos de acción, ninguno de estos elementos juega en la tríada dramática. Lo que hace este esquema es ordenar la historia de manera tal que conduzca a los espectadores a emocionarse, pensar y sacar cuentas por sus propios medios, para llegar a conclusiones o preguntas cercanas que lo queríamos evidenciar como “tema” (muy entre comillas, porque no existen cosas tan puras como los “temas”, cuestión que queda anotada para otro momento).
Además de ordenar, el objeto de conflicto define al protagonista y al antagonista. Ambas fuerzas existen en la historia (o sea, existen) en función de ese objeto. Rose no tendría interés sin Jack, Sarah no sería una heroína si no tuviera que salvar su vida del Terminator, e Indiana Jones no sería el aventurero que es sin sus objetos o lugares legendarios a buscar. En este último caso, entra a jugar lo que Hitchcock llamó “mcguffin”, que también vamos a dejar para un próximo pensamiento.
En definitiva, sin objeto de conflicto no hay historia. Porque es el choque de deseos lo que provoca la acción. Si no tenemos claro cuál es nuestro objeto de conflicto, nuestra historia se va a desviar, naufragando. La acción se dispersa y el espectador también.
En el fondo, es tan simple como pensar un partido de fútbol. Hay dos fuerzas (equipo) que luchan por un objeto (pelota). Depende para qué equipo hinchemos, será cómo definimos protagonista y antagonista.
Siempre hay alguna fuerza extraña que pretende alejarnos de la historia que estamos escribiendo, esa que deseamos terminar. Nuestro principal objeto de conflicto siempre es el objeto de conflicto.
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