A veces no le encontramos la vuelta a una escena, o incluso a una historia, porque hay algo en dónde se para la narración que no termina de funcionar. Lo que puede estar fallando es el punto de vista.
El protagonista lleva la acción de la trama, en eso estamos de acuerdo. Pero puede pasar que saber todo lo que sabe el protagonista nos cague el misterio. En ese caso, pasar el punto de vista a otro personaje, o hacerlo omnisciente si es que lo venimos llevando desde el protagonista, nos puede ayudar a tirar el anzuelo más adelante, sosteniendo el suspenso u ocultando algo para sorprender más adelante.
Imaginemos Los Sospechosos de Siempre (The Usual Suspects, 1985) contada desde otro punto de vista que no fuese el del personaje de Kevin Spacey. ¿Sería la misma historia? Claramente no. Ahí, la elección del punto de vista es más fundamental que la construcción del protagonista. De hecho, no hay nada más que punto de vista en esa historia, porque al final descubrimos que probablemente nada de lo narrado haya sido cierto. Lamento el spoiler, ya pasaron treinta años desde su estreno.
Halloween (1978) sin el punto de vista de Michael Myers no sería ni de cerca la película que es. Si el punto de vista hubiera sido siempre el de Laurie, o hubiese sido omnisciente, nos dormiríamos. O ni siquiera la hubiéramos visto, porque no hubiese sido el suceso que fue.
Muertos de Risa (1999), de Alex de la Iglesia, es una de las grandes obras maestras del punto de vista. Tiene dos protagonistas (Nino y Bruno) que se alternan como antagonistas en un ping pong. El punto de vista siempre está con quién ocupa el rol protagónico. Esto nos lleva y nos trae en una vaivén emocional que cuenta, precisamente, lo que les sucede a ellos dos. El punto de vista está, como todo elemento narrativo bien usado, construyendo emoción.
Manejar el punto de vista es una de las cosas que difícilmente nos enseñen en una escuela de cine, pero que podemos muy fácilmente observar en las buenas películas una vez que lo advertimos. Analizarlo y aplicarlo a nuestras historias es, además de divertido, muchas veces salvador. Una escena mala puede convertirse en una gran escena simplemente cambiando el punto de vista.
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